Ildefons Cerdà i Sunyer (1815-1876)
De origen rural nació en el Mas Cerdà de Centelles, a unos 50 km al norte de Barcelona, fue el tercer hijo de una familia emprendedora que comerciaba con América. Desde joven mostró una mentalidad abierta y progresista, y en 1841 se licenció en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid, en la que predominaban las ideas liberales. Había recibido anteriormente la influencia de las ideas de Cabet y del mundo utópico de su Voyage en Icarie (1840) a través de su amistad con Narcís Monturiol, inventor del submarino Ictíneo. Como miembro del Cuerpo de Ingenieros recibió distintos destinos antes de establecerse en Barcelona (1848), donde se casó con Clotilde Bosch. A la muerte de sus hermanos heredó un patrimonio considerable que le permitió pedir la excedencia y consagrarse, a título privado, a los estudios urbanísticos así como a la política (fue diputado por Barcelona en las Cortes españolas, concejal de Barcelona, vicepresidente de la Diputación Provincial...). En 1876, después de una vida dedicada a la creación de una nueva ciudad, aún hoy modelo extraordinario de valor universal, murió de una dolencia cardiaca en Caldas de Besaya (Santander).
La Barcelona Antigua
La solución en
cuadrícula se presenta de forma recurrente a lo largo de la historia del
urbanismo. Desde la prehistórica Parma o la cuadricular Mileto en el siglo V a.
J.C., o el caso turinés, históricamente fiel a sus inicios en el siglo I a.
J.C., o Cartago ó Timgad, hasta las modernas retículas de New-York, Washington,
Caracas, La Habana o Chicago, constituyen una larga tradición urbana que se ve
reafirmada en los ejemplos de nuestra historia más inmediata. Sobre este
contexto que cabe preguntarse en qué estriba la pretendida trascendencia del
Plan de Reforma y Ensanche de Barcelona propuesto por Cerdá en 1859.
Barcelona
Romana (s II D.C).
Trascendencia que
se sobrepone a la simple mimesis morfológica. Para hallar la respuesta será
preciso desgranar dicho proyecto y comprender que si por un lado se nos muestra
como fruto de un proceso científico de análisis e interpretación de la realidad
y sustentado por una precisa elaboración teórica, por otro, el análisis del
Ensanche barcelonés permite abstraer una serie de generalizaciones que por su
carácter, trascienden el hecho particular elevándose a la categoría de
universalizables. Para ello la existencia de un posible modelo teórico como elemento
intermedio entre la teoría urbanística y la praxis proyectual, se nos ofrece
como instrumento eficaz de verificación de los presupuestos anteriores. La
estructura de dicho modelo aparece en algunos de sus aspectos de forma
inmediata y clara con la simple observación del Plan de Ensanche, para otros
será preciso la corroboración teórica y finalmente en algunos de ellos nos
moveremos dentro de los límites de una especulación hipotética. En cualquier
caso, el modelo teórico no presupone necesariamente que el Proyecto de Ensanche
sea la aplicación de una teoría plena y coherentemente formulada con
anterioridad sino como resultado axiomático de su actividad analítica,
desechando la posibilidad de una formulación que tiene en sí la capacidad de
inducir a posteriori una generalización teórica. Creemos en gran medida cierta
la primera opción, pero la existencia de aspectos poco comprobables, y en este
caso es necesario recordar el hecho de no haber llegado hasta nosotros el
último tomo de la TEORÍA GENERAL DE LA URBANIZACIÓN que hubiese significado una
notable clarificación teórica, nos hace ver como posible la segunda opción. En
cualquier caso, la dualidad de opciones no determina una contradicción.
Creemos, sin embargo imprescindible abordar el análisis del Plan,
referenciándolo al marco histórico-geográfico en que Cerdá se vio inmerso y que
le sirvió como pauta para desarrollar la idea urbana.
Barcelona era todavía en los inicios del siglo
XIX una ciudad artesana pero ya poseía una alta densificación a causa de las
murallas que la convertían en plaza militar. En tal marco, el proceso de cambio
de una sociedad artesana a una industrializada, no podía llevarse a cabo sin
trauma. Dejando de lado los enfrentamientos entre organizaciones gremiales e
industriales, el fenómeno migratorio que todo proceso industrial conlleva, iba
a agravar una situación de por sí difícil. Las consecuencias de la superdensificación
se apreciarán en unas condiciones higiénicas infrahumanas, que acompañadas de
la difícil supervivencia de una claseo obrera explotada con salarios de
miseria, abonarán el terreno a las epidemias del cólera que cobrará el mayor
número de víctimas entre las clases menos pudientes y cuyo balance final será
dramático; los levantamientos populares serán la respuesta a una situación
vital insostenible, convirtiéndose Barcelona en la ciudad "cuya historia
registra más luchas de barricadas que ninguna otra villa del mundo" según
palabras de Engels.
La Barcelona amurallada
El
inicio de la industrialización provocó una fuerte inmigración que hizo
insuficiente el núcleo urbano barcelonés, rodeado de murallas. La asfixia
creciente y la degradación de la calidad de vida provocaron un movimiento de
protesta. «¡Abajo las murallas!» fue el grito de guerra que recogió el gobernador
Pascual Madoz, amigo de Cerdà y afín a su ideario, cuando ordenó su demolición
(1854), muy bien recibida por la población. La vieja ciudad había llegado a una
densidad alucinante (890 habitantes/ hectárea frente a los 90 de Londres, los 350
de París y los 380 de Madrid), que se asfixiaba en edificios de seis pisos
sobre un viario medieval con calles de 4 metros de promedio de ancho y en el
que el Carrer Ample ('calle ancha') no llegaba a los 8 metros.
Murallas de Barcelona.
En el marco urbano, las iras populares eran dirigidas a las murallas, las cuales eran consideradas como la causa fundamental de todos los males que asolaban la ciudad; su demolición constituía un imperativo que permitiría a la ciudad extenderse por el llano, virgen de toda edificación puesto que era una zona militar delimitada por el alcance de tiro de los cañones. Cerdá considera imprescindible iniciar un proceso científico, con el Conocimiento exhaustivo de esta realidad; para ello utiliza la estadística, la historia, la topografía, o la economía como instrumentos que le permiten interpretarla. Aborda la realidad urbana procediendo a un vasto y minucioso análisis estadístico, clasificando las Diversas condiciones en que se hallan viviendas, calles, plazas, manzanas, barrios, etc... . Cuantifica y objeta la realidad que luego interpreta siguiendo un método comparativo y dialéctico, convirtiéndose los datos cuantitativos en valores cualitativos que le permiten detectar por encima de una inhabitabilidad general, las catastróficas consecuencias urbanas que producen las desigualdades sociales con barrios obreros en donde los niveles de hacinamiento, falta de aire, sol y vegetación logran las más altas cotas europeas, y que si bien pueden ser explicadas bajo una determinada lógica política, económica y social, no por ello justifican su irracionalidad. Deberá también Cerdá analizar el entorno geográfico que habiendo determinado la ciudad vieja, deberá sin lugar a dudas condicionar la existencia de la futura.
La gestación del Proyecto del Ensanche ('L'Eixample')
Cerdà había recibido el encargo del Ministerio
de Fomento de levantar el plano topográfico del llano de Barcelona, amplia
superficie en la que estaba prohibido edificar por razones estratégicas. Paralelamente,
y a iniciativa propia, redactó una Monografía
de la clase obrera (1856),
análisis estadístico completo y profundo sobre las condiciones de vida
intramuros a partir de los aspectos sociales, económicos y alimentarios. El diagnóstico
fue preciso: la ciudad era «mezquina» y no apta para «la nueva civilización», caracterizada
por la aplicación de la energía del vapor a la industria y al transporte
(terrestre y marítimo). Una nueva civilización que se debía definir, según
Cerdà, por «la movilidad y la (tele) comunicatividad» (el telégrafo óptico era
el otro invento relevante). El cambio de paradigma necesitaba un nuevo tipo de
ciudad y Cerdà empezó, sin encargo alguno, a estructurar su pensamiento, expuesto
sistemáticamente muchos años después (1867) en su gran
obra: Teoría General de la
Urbanización. Uno de los rasgos más importantes
de la propuesta de Cerdà, que le hace sobresalir en la historia del urbanismo,
es la búsqueda de coherencia para contabilizar los requerimientos
contradictorios de una aglomeración compleja. Supera las visiones parciales (ciudad
utópica, cultural, monumental, racionalista...) y se entrega a la búsqueda de
una ciudad integral.
Por otro lado, el
estudio de las condiciones de vida que se producen en la ciudad vieja o en los pueblos
vecinos, determinan el tipo de relación que se establecerá entre éstas y la
propuesta de nueva ciudad; es imposible
negar una realidad física, pero puede mostrarse reticente ante una nueva
realidad urbana que en cierta medida significa la antítesis de su ideal. Es en
este sentido que debe entenderse la incorporación de la ciudad vieja a la
cuadrícula del Ensanche por medio de la apertura tajante de vías; la absorción
de Pueblo Nuevo o Camp de I'Arpa dentro de la misma; la intervención tangencia1
en Gracia; e incluso el respeto a Sants y sobre todo a Sant Andreu debido a que
dichos pueblos han sido generados a expensas de las vías de comunicación del
llano con el interior, cuya coherencia se acomoda con facilidad a la propuesta viaria de Cerdá. Llegados a este punto y antes de iniciar el
análisis del modelo teórico consideramos imprescindible precisar la elección de
la cuadrícula por parte de Cerdá. En efecto, cuando Cerdá procede estudio de la
historia urbana, uno de los modelos por los que siente mayor inclinación es el
de las ciudades -coloniales españolas es América, precisando su flexibilidad
que ha permitido ulteriores desarrollos o diversas localizaciones
"bajo un sistema tan acertado, que
ha podido servir durante siglos enteros, de tipo y modelo a muchos pueblos, aún
a aquellos que de más ilustrados se precisan". El conocimiento por parte de Cerdá
de las propuestas urbanas de New York o Londres parece claro si tenemos en
cuenta que fueron publicadas en el Proyecto de Ensanche de Madrid por Carlos
María de Castro, junto a diseños del propio Cerdá. Por otro lado, las mallas
reticulares eran usuales en la época, como por ejemplo, los proyectos militares
del Ensanche de Barcelona o el proyecto de la Nueva Ciudad de Vigo. En todo
caso, ahí estaba el ejemplo próximo de la Barceloneta. Cerdá después de largas
consideraciones concluye que la manzana cuadrada es la que mejor responde a su
idea igualitaria, puesto que al tener la
misma longitud todas las calles, no cabe
predominio de una sobre otra, hecho que ocurría con facilidad en el caso de las
manzanas rectangulares.
El «Proyecto de Reforma y Ensanche de
Barcelona» (1859)
La Declaración de Independencia de
los Estados Unidos de América, los principios teóricos de la Revolución Francesa
y los distintos movimientos utopistas dejaron sus huellas en el pensamiento de
Cerdà. Los criterios y objectivos, explícitos o implícitos, del Proyecto para
Barcelona rezuman humanismo por doquier y la igualdad, la libertad (la
privacidad) y la cohesión social son los fundamentos esenciales de su praxis.
La ciudad «igualitaria» (integralmente igualitaria)» es en síntesis el objetivo
buscado. Como lo es, también, el equilibrio entre los valores urbanos y las
ventajas rurales. «Ruralizad lo que es urbano, urbanizad lo que es rural» es el
mensaje lanzado al inicio de la Teoría
General. Dicho de otra manera, su propósito
es dar prioridad al «contenido» (las personas) por encima del «continente» (las
piedras o los jardines). La forma, tema tan obsesivo en la mayoría de planes,
no es más que un instrumento de la máxima importancia, aunque a menudo decisivo
en exceso y a veces prepotente. La magia de Cerdà consiste en engendrar la
ciudad a partir de la vivienda. La intimidad del domicilio se considera una
prioridad absoluta y, en un tiempo de familias numerosas (tres generaciones),
hacer posible la libertad de todos los miembros se podría considerar utópico.
Manzaneo típico.
Cerdà cree que la vivienda ideal es
la aislada, la rural. Sin embargo, las enormes ventajas de la ciudad obligan a
compactar, esencia del hecho urbano, y a diseñar una vivienda que permita su ensamblaje
en un edificio plurifamiliar en altura, y disfrute, gracias a una cuidadosa
distribución, de una doble ventilación a través de la calle y del patio
interior de la manzana. La caricia del sol está asegurada en todos los casos.
La segunda gran aportación fue una
clasificación primaria del territorio: las «vías» y los espacios «intervías».
Las primeras constituyen el espacio público de la movilidad, del encuentro, del
apoyo a las redes de servicios (agua, saneamiento, gas...), el arbolado (más de
100.000 árboles en la calle), la iluminación y el mobiliario urbano. Las «intervías»
(isla, manzana, bloque o cuadra) son los espacios (100x100 m) de la vida
privada, en los que los edificios plurifamiliares
se agrupan en dos hileras alrededor de un patio interior por el que todas las
viviendas (sin excepción) reciben el sol, la luz natural, la ventilación y la joie de vivre, como pedían los movimientos
higienistas. La vialidad se organiza en forma de red ortogonal y homogénea, como
instrumento de una deseada ciudad igualitaria y funcionalmente eficiente. La retícula,
rasgo identificador del Eixample, no la inventa Cerdà (aunque la racionaliza al
margen de la especulación del suelo o de la falta de conocimientos de los colonizadores). Más que un
error es una ofensa considerar la trama regular como la única o la más importante
aportación de Cerdà.
La red viaria cohesiona, articula y hace homogénea a la ciudad. Es el soporte estable de unas edificaciones con variantes, con oscilaciones en altura y profundidad. El escritor catalán Josep Pla definió el Eixample «como un caos sobre un tablero de ajedrez». Es justamente en la interfase del caos y el orden donde surge y se mantiene la vida (y la libertad). Sin entrar en detalles históricos, ante el 17% de espacio vial de la ciudad amurallada, en el Eixample se nos propone el 34% (cuarenta años antes de la invención del automóvil), con calles de una anchura mínima de 20 metros y «vías trascendentales» (Gran Via, Diagonal y Meridiana), que garantizan la conexión de Barcelona con la «vialidad universal» (140 años antes de la «globalización »). Más interesante y sorprendente es el reparto a partes iguales del espacio de la calle entre peatones (dos aceras de 5 metros) y carruajes (calzada de 10 m). Para facilitar los distintos movimientos en los cruces se dobla la superficie vial mediante unos «chaflanes» generosos que recortan las manzanas cuadradas y las convierten en octogonales. Mil doscientos cruces similares a plazas permiten hoy las operaciones de carga y descarga sin interferir la fluidez del tránsito. El ferrocarril llega soterrado al centro de la ciudad y conecta las estaciones entre sí y con el puerto. Fue, de hecho, el detonante de la idea de un gran ensanche (seis veces la ciudad antigua) para responder al reto de un crecimiento previsible impulsado por la industria y hecho posible por el transporte mecanizado. Para completar la configuración igualitaria de la ciudad y el carácter humanista de la propuesta, se reparten homogéneamente por el territorio los equipamientos (hospitales, escuelas, mercados, iglesias...), las plazas y las zonas verdes, con dos grandes parques en los extremos y un parque urbano en cada «distrito» (formado por 10x10 islas). Como aportación decisiva a la aplicación del Proyecto, Cerdà propuso (y después impulsó personalmente) las bases jurídicas y económicas que, mediante la técnica alemana de la reparcelación, permitieron financiar el Plan y transformar en parcelas urbanas las propiedades del parcelario rural aleatorio y los caminos de la historia en una trama regular de calles que aún hoy es altamente eficiente para peatones y automóviles.
Edificios, arborizacion, vías, patios, luz.
La red viaria cohesiona, articula y hace homogénea a la ciudad. Es el soporte estable de unas edificaciones con variantes, con oscilaciones en altura y profundidad. El escritor catalán Josep Pla definió el Eixample «como un caos sobre un tablero de ajedrez». Es justamente en la interfase del caos y el orden donde surge y se mantiene la vida (y la libertad). Sin entrar en detalles históricos, ante el 17% de espacio vial de la ciudad amurallada, en el Eixample se nos propone el 34% (cuarenta años antes de la invención del automóvil), con calles de una anchura mínima de 20 metros y «vías trascendentales» (Gran Via, Diagonal y Meridiana), que garantizan la conexión de Barcelona con la «vialidad universal» (140 años antes de la «globalización »). Más interesante y sorprendente es el reparto a partes iguales del espacio de la calle entre peatones (dos aceras de 5 metros) y carruajes (calzada de 10 m). Para facilitar los distintos movimientos en los cruces se dobla la superficie vial mediante unos «chaflanes» generosos que recortan las manzanas cuadradas y las convierten en octogonales. Mil doscientos cruces similares a plazas permiten hoy las operaciones de carga y descarga sin interferir la fluidez del tránsito. El ferrocarril llega soterrado al centro de la ciudad y conecta las estaciones entre sí y con el puerto. Fue, de hecho, el detonante de la idea de un gran ensanche (seis veces la ciudad antigua) para responder al reto de un crecimiento previsible impulsado por la industria y hecho posible por el transporte mecanizado. Para completar la configuración igualitaria de la ciudad y el carácter humanista de la propuesta, se reparten homogéneamente por el territorio los equipamientos (hospitales, escuelas, mercados, iglesias...), las plazas y las zonas verdes, con dos grandes parques en los extremos y un parque urbano en cada «distrito» (formado por 10x10 islas). Como aportación decisiva a la aplicación del Proyecto, Cerdà propuso (y después impulsó personalmente) las bases jurídicas y económicas que, mediante la técnica alemana de la reparcelación, permitieron financiar el Plan y transformar en parcelas urbanas las propiedades del parcelario rural aleatorio y los caminos de la historia en una trama regular de calles que aún hoy es altamente eficiente para peatones y automóviles.
Teoría
El proceso de análisis del modelo teórico seguirá un discurso parecido al que permitió determinar su existencia; ésta se verificó a partir de su recomposición realizada mediante una atenta observación del Plan de Ensanche, que permitiría deducir fácilmente por su claridad aquellos elementos que constituían su estructura básica, la cual sería de suma utilidad a la hora de descifrar relaciones más complejas que iban a completar, clarificar y dar mayor coherencia al conjunto del esquema general y que significarían su concreción en el modelo teórico. Es necesario recalcar que el paso del modelo teórico al Plan de Ensanche no se produce siempre de una manera inmediata. No hay que ver en ello ninguna contradicción. Más bien se trata de los ajustes lógicos que toda idea sufre en el momento de su realización; en el caso de Barcelona, la realidad geográfica (sirvan de ejemplo la montaña de Montjuic, la línea de costa o la cota de 50 m. que discurre a lo largo de las "Trevesseres" de Gracia y de las Corts) y la urbana (casco antiguo de Barcelona y demás cascos urbanos de los feudos vecinos), producen la alteración del modelo. En efecto, una primera aproximación al plano del Ensanche, nos permite detectar que las calles flanqueadas por manzanas de bloques paralelos delimitan agrupaciones de diez por diez manzanas. De las cuales podremos contabilizar doce. si bien es verdad que algunas de ellas aparecen incompletas a causa de obstáculos naturales (Montjuic) o artificiales (cascos antiguos o canales para desviar del llano las aguas de la montaña), su posible existencia queda por lo menos claramente insinuada. Las doce agrupaciones se ordenan componiendo un rectángulo cuyos lados deberán medir 60 x 20 manzanas.
Hileras de bloques como limites de distritos
La comprobación es inmediata: la suma de hileras de manzanas perpendiculares al eje longitudinal es exactamente sesenta. Por otro lado, si bien las agrupaciones situadas sobre dicho eje hacia la parte de montaña son cuadrados perfectos de 10 x 10 manzanas, las próximas al mar suman una hilera de más, que les permite acercarse a la línea de costa. Hubiera sido absurdo despreciar este suelo urbano por el simple prurito de regularidad geométrica. Un examen más atento de las anteriores agrupaciones nos lleva a apreciar la existencia de un mercado y cuatro centros sociales, (los llamaremos así puesto que reúnen en una misma manzana "iglesia, crecha, salas de asilo, escuelas y demás edificios y administraciones para el culto y la beneficencia parroquial"), equipamientos correspondientes a lo que ha sido denominado un distrito, en el cual el mercado se sitúa a modo de núcleo o centro de atracción v localizándose los centros sociales dc, tal forma que dividen al distrito en cien manzanas en cuatro pequeñas agrupaciones de veinticinco manzanas llamadas barrios y que constituyen las unidades urbanas más elementales. Las distribuciones uniformes de equipamientos en barrios y distritos nos ponen en antecedentes de su ideal igualitario. Manuel Angelón lo explica de esta manera: “era demasiado justiciero y demasiado amigo de la humanidad para distribuir la ciudad en barrios de condiciones desiguales, cual si la trazara para una población sujeta a la división por castas". En este sentido hay que destacar la incorporación del casco antiguo a la trama mediante la apertura de vías que lo subdividen en superficies equivalentes a las de sus barrios, quedando incorporado a la estructura barrio-distrito. Una vez concretados los esquemas de barrio y distrito, deduciremos una nueva ordenación de orden superior llamada sector. Este consta de cuatrocientas manzanas componiendo un cuadrado de 20 x 20 manzanas que engloban en su interior cuatro distritos con sus barrios correspondientes. Teniendo en cuenta que la estructura del Plan es un rectángulo de 60 x 20 manzanas, comprenderemos que lo forman tres sectores contiguos. Apoyar esta tesis tan solo recurriendo al Plan de Ensanche va a ser difícil puesto que solamente puede ser ratificada por aquellos equipamientos que siendo inequívocamente propios del sector, de alguna manera le significan. Por lo cual debemos acudir a la teoría General de la Urbanización en la cual Cerdá hace una mención clara "de lo racional y simétrico de la división en cuatro partes (de una ciudad) que es el resultado de la división por mitad de los lados de un cuadrado o rectángulo cualquiera con la particularidad de que las figuras resultantes son iguales en superficie y por su configuración, semejantes entre sí y a la de que se derivan".
No al concepto de centralidad
En efecto, del resultado de dividir por la mitad de sus lados el cuadrado de los sectores, se obtienen los cuatro distritos antes mencionados. Pero aún más: a partir del análisis de los equipamientos a nivel de sector se puede asegurar que es lo suficientemente completo como para considerarlo como una unidad urbana básica y funcionalmente autónoma. Aunque lo suficientemente flexible como para permitir adiciones de nuevas unidades hasta configurar un marco cualitativamente superior y mucho más coherente con lo que la realidad urbana y geográfica demande. En el caso de Barcelona, la consecuencia será la creación de un sistema policéntrico lineal concordante con la idea de Cerdá de evitar los privilegios que comporta el centralismo urbano. Asi pues, si a un barrio le corresponde una manzana destinada a centro social y a un distrito una manzana dedicada a mercado, al sector le corresponden las zonas administrativas e industriales, los parques urbanos y el equipamiento sanitario, concretado en un gran hospital que aún situándose fuera de la trama, su localización le remite directamente al sector.
Aplicación de la propuesta a los pueblos cercanos.
El equipamiento industrial y administrativo se distribuye de forma uniforme a lo largo de la trama. Lo que resulta más difícil es precisar la cantidad de suelo urbano destinado a este tipo de equipamiento. Una posible hipótesis estaría en considerar que la superficie fuese la correspondiente a dieciséis manzanas de uso indistinto industrial y administrativo para cada sector, distribuidos en unidades de cuatro manzanas. Sin embargo, aparece mucho más clara su situación en las esquinas de los distritos quedando racionalmente dispuestos a lo largo del eje de comunicaciones (Gran Via) o en la alineación inferior de manzanas próximas al ferrocarril y al puerto. En lo referente a parques urbanos parece lógico afirmar que situaba dos en cada sector, siendo Compartido cada uno de ellos por Dos distritos. Se hallan situados de forma regular por los distintos sectores, si bien en el central los parques son de mayores dimensiones que los correspondientes a los sectores laterales. Cabe atribuir la diferencia a la proximidad de los sectores extremos a los grandes parques (Montjuic y Besós) situados a ambos lados de la trama. Finalmente para completar el sistema de equipamientos del modelo teórico nos quedan por mencionar aquellos generales a toda la trama urbana y que se hallan situados fuera de ella ya que su funcionamiento permite una cierta marginación del resto de la retícula evitándose al mismo tiempo interferencias con la vida y el tráfico ciudadanos: nos referimos al matadero general y al cementerio. En resumen es posible entender el Plan Cérda como un proyecto de organización del suelo a partir de diferentes grados de parcelación a los cuales corresponden diversos niveles de equipamiento y servicio, desde los elementales propios del barrio, unidad urbana inferior, hasta aquellos que exige la ciudad en su conjunto.
Con esta última hipótesis del octógono quedan analizados todos los elementos que configuran la estructura del modelo teórico. Nos atrevemos a afirmar que con los datos aportados no caben dudas sobre su existencia; en todo caso hay aspectos que como ya hemos indicado quedan limitados al terreno de lo posible. Por otro lado, como el mismo análisis realizado ha demostrado, el modelo permite abstraer con mayor facilidad aquellos valores que el plan contiene en sí mismo: igualitarismo, racionalidad o flexibilidad en el doble sentido de una estructura abierta a posibles variaciones que no alteren la idea general y a reelaboraciones que planes futuros puedan hacer de ella, pero quizás sean las propias palabras de Cerdá las que mejor expresen aquello que el modelo teórico nos permite deducir del Plan: "Todo lo que es producto de actos humanos ha de tener su razón de ser en la voluntad deliberada del hombre que lo produjo; esto que se llama casualidad, si es admisible para explicar algo, que lo dudamos, no podrá nunca bajo ningún concepto explicarnos satisfactoria y filosóficamente lo que el hombre ha hecho. Lo que sucede es que la investigación de las razones y causas de la existencia de una cosa, no se presenta siempre a la mano; exige estudio, y la pereza que rehúye el trabajo de la investigación, se aviene fácilmente a todo, y se da por satisfecha invocando el acaso". Angelón, amigo y colaborador de Cerdá aseguraba: "nunca juzgó por la primera impresión ocular, ni en su vocabulario técnico existió la palabra acaso".
Estructura
urbana
Pasamos ahora a
estudiar el sistema viario sobre el que se asienta la trama urbana. Está
constituido por la síntesis de dos sistemas distintos, uno radial y otro
cuadricular. Respuestas técnicas correspondientes a criterios de diferente
trascendencia en lo concerniente a la articulación de la ciudad en sí misma o
de ésta con el exterior. ("es dotar a la vialidad urbana de todas las
condiciones que de ella reclamen, no sólo las comunicaciones interiores, sino
las exteriores". Revista de Obras Públicas, 1863, pág. 6). El sistema
viario radial está girado 45' respecto al reticular y consta de dos vías que en
su prolongación se cruzarían formando un ángulo de 90' y que dirigen su flujo
hacia la comarca, una por le valle del Llobregat (el Paralelo) y otra por el del
Besós (la Meridiana). Por último, una tercera vía oblicua, la Diagonal (puesto
que es la Diagonal del rectángulo formado por los dos sectores de la derecha)
tendrá un sentido ambivalente ya que por un El octógono, generador del lado
apoya la salida del Paralelo y se trazado cruza con la Meridiana y por el otro
contribuye a agilizar las comunicaciones internas de la ciudad e interconectar
los pueblos del llano: Sarriá, Les Corts, Gracia, Clot i Poble Nou.
No jerarquizacion de vías.
Se trata; junto
con el eje longitudinal de la Gran Vía, de las vías trascendentales: aquellas
que enlazando con "la vialidad universal", relacionan la urbe con el mundo,
permitiéndole trascender su propio recinto urbano, significando en definitiva
la razón de ser de las ciudades, las cuales son consideradas por Cerdá
"como un apéndice de la gran vialidad universal; no es en rigor más que
una especie de estación o apeadero...". El sistema viario reticular será
el utilizado para articular las comunicaciones internas de la ciudad y se forma
a instancias de dos ejes generadores-ordenadores del conjunto: NO-SE (Paseo de
San Juan) y SO-NE (Gran Vía) siendo de especial importancia este último en cuanto
propicia el desarrollo lineal de la ciudad encauzando futuras ampliaciones de
lo trama. Estas dos vías serán las más amplias de la ciudad. Con 50 metros de
anchura todas las demás calles tendrán el mismo ancho, (20 metros) exceptuando
aquellas que su función específica lo determine (paso del ferrocarril). Los
motivos de tal decisión los explica así Cerdá:
"La anchura
de las calles es una de las variables que más directamente influye en la
expropiación, explanación y construcción, al mismo tiempo que en su conservación
y entretenimiento, que influye también y de una manera muy notable, en la
actividad de la circulación, en
el precio de los solares y finalmente en la salubridad de las habitaciones, y
como todas estas circunstancias suponen preferencias, privilegios y monopolios
artificiales de unas calles en daño de las otras, cuando sean de desigual
anchura, y como por otra parte la misión del facultativo no le autoriza para dispensar
aquellos favores o inferir estos daños; de ahí es que por solo estos hechos,
resulta probada la necesidad de que sea igual la anchura para todas las calles
de una ciudad".
El octógono, generador del trazado.
"Sólo
deberán tenerla mayor que la que se adopte para estas vías, los grandes
cruceros que, partiendo del centro o de los centros naturales de acción de la
ciudad, se destinen a la gran circulación ordinaria o perfeccionada para el
interior de país, pudiendo tener anchuras desiguales entre sí, según sea su importancia
actual y la probable del porvenir". (Revista de Obras Públicas, 1863, pág.
48). Y ya solamente queda para completar la idea del modelo teórico, referirnos
a los octógonos. Estos se presentan con cierta persistencia en el diseño de
algunos elementos de la trama; así la forma de las manzanas (intervías) es octogonal.
También es este el caso de algunas isletas peatonales estudiadas por Cerdá en
los cruces de vías o el de las mismas encrucijadas de calles que forman octógonos
casi regulares puesto que el ancho de la calle es aproximadamente igual a la
longitud de los chaflanes. Todo ello
indujo a pensar en la posibilidad de que el octógono tuviese una función a desarrollar
en un orden superior, a nivel urbano como elemento generador. Analicemos dicha hipótesis.
Evidentemente si superponemos a la malla existente de un sector, otra
concéntrica girada 45' respecto a la primera, obtendremos como resultado una retícula
que nos permite adaptar un octógono tal como se representa en el grabado, que
distribuye igualitariamente los equipamientos dentro del sector. (Sin embargo,
de aquí no se induce que tuviera que ser necesariamente ésta la lógica
distributiva de equipamientos pensada por Cerdá.
Distribución de bloques en las manzanas.
Con esta última hipótesis del octógono quedan analizados todos los elementos que configuran la estructura del modelo teórico. Nos atrevemos a afirmar que con los datos aportados no caben dudas sobre su existencia; en todo caso hay aspectos que como ya hemos indicado quedan limitados al terreno de lo posible. Por otro lado, como el mismo análisis realizado ha demostrado, el modelo permite abstraer con mayor facilidad aquellos valores que el plan contiene en sí mismo: igualitarismo, racionalidad o flexibilidad en el doble sentido de una estructura abierta a posibles variaciones que no alteren la idea general y a reelaboraciones que planes futuros puedan hacer de ella, pero quizás sean las propias palabras de Cerdá las que mejor expresen aquello que el modelo teórico nos permite deducir del Plan: "Todo lo que es producto de actos humanos ha de tener su razón de ser en la voluntad deliberada del hombre que lo produjo; esto que se llama casualidad, si es admisible para explicar algo, que lo dudamos, no podrá nunca bajo ningún concepto explicarnos satisfactoria y filosóficamente lo que el hombre ha hecho. Lo que sucede es que la investigación de las razones y causas de la existencia de una cosa, no se presenta siempre a la mano; exige estudio, y la pereza que rehúye el trabajo de la investigación, se aviene fácilmente a todo, y se da por satisfecha invocando el acaso". Angelón, amigo y colaborador de Cerdá aseguraba: "nunca juzgó por la primera impresión ocular, ni en su vocabulario técnico existió la palabra acaso".
Apartes de la evolución del Plan de Ensanche.
Avenida paseo de gracia.
Pavimentación de las avenidas.
El cambio de vista de la ciudad hacia la costa.
Construccion del metro y vias de escape.
Calles del centro Amurallado
Expansión industrial
La recuperación
La recuperación se inició en la
década de los setenta del siglo XX, primero con la supresión legal de los
sobreáticos y después, de manera más radical con la aprobación del Plan General
Metropolitano (1976), aún vigente, que rebaja la edificabilidad de 10 a 6 veces
la inicial de Cerdà, recupera muchos espacios de interés colectivo y reduce
significativamente la densidad urbana legalmente posible. Como enseña la
semiótica, el Eixample Cerdà envía mensajes subliminares capaces de modelar una
sociedad catalana más cohesionada, más igualitaria y con más empuje para
competir con las grandes capitales estatales. La Exposición Universal de 1888,
la Exposición Internacional de 1929, los Juegos Olímpicos de verano de 1992 y
otros acontecimientos colocan a Barcelona en el mapa y provocan una atracción
creciente de visitantes que, al margen de contemplar las nuevas actuaciones,
descubren el Eixample como una ciudad con menos contradicciones y más calidad de
vida que muchas otras que tienen más monumentos o mayor riqueza.
¿Qué hay que ver en el Eixample?
La cuadrícula no hay que mirarla, se
ve espontáneamente. Sin embargo, desde el punto de vista urbanístico, conviene
dedicar una atención especial al equilibrio peatones-automóviles; las aceras generosas
en árboles; los trazados en retícula de calles de dirección única; las grandes
avenidas «trascendentales»; los paseos, las ramblas y los chaflanes para la
carga y descarga sin interferir «la continuidad del movimiento» y facilitando
la visibilidad; las plazas; los parques; fachadas distintas con sus balcones;
las puertas, a menudo con un diseño extraordinario, en el centro del edificio, entre
las tiendas de la planta baja; las vistas aéreas desde la montaña de Montjuïc,
el Tibidabo o alguno de los «edificios singulares» (de hecho Barcelona casi no
tiene rascacielos que hayan llevado las oscilaciones de la edificabilidad a
límites extremos). De manera especial, conviene visitar las plazas «invisibles»,
los patios interiores de manzana ya recuperados, que se van convirtiendo en
espacios colectivos a los que no llegan los ruidos de la movilidad mecanizada.
Paseo Peatonal
Catedral la Sagrada Familia
Servicio de bicicletas publico
El arco de triunfo
Obra de Gaudi
La Pedrera
Torre agbar
Palacio Nacional de Barcelona
*este documento se realizo con base de mas de 10 documentos distintos y con opiniones personales.
Hola Dario!
ResponderEliminarInteresante articulo! Me encantaria ver que documentos utilizaste para generar este articulo.
Mychas gracias!